Hablar de desarrollo en la actualidad no sólo exige darle respuesta a la injusticia, a la desigualdad, al desempleo, a la pobreza y a la exclusión social, a las carencias de salud, educación, vivienda y agua potable...
Exige también darle respuesta a la contaminación, a la degradación ambiental, a la extinción de especies animales y vegetales, al calentamiento global y a todas sus consecuencias negativas...
Hablar de desarrollo, exige ciertamente en primer lugar, rechazar el sistema capitalista por su carácter antropófago y ecófago, fundamentado en una racionalidad económica de maximizar beneficios a cualquier costo, humanos o materiales.
Pero debemos ir más allá, debemos cuestionar cualquier estilo de desarrollo fundamentado en el productivismo, que tiene a la base una industria depredadora, contaminante y agotadora de recursos naturales no renovables, inclusive, bajo un sistema socialista.
Algunos proponen que más que seguir creciendo, lo que se necesita es mejorar la distribución de la riqueza. La sociedad humana no es que no produzca lo necesario y suficiente para satisfacer las necesidades humanas, sino que una parte muy pequeña de esa humanidad posee en demasía y consume en exceso, mientras que otros poseen poco o nada y mueren, incluso, por no poder satisfacer sus necesidades alimenticias.
Otros van más allá y proponen el decrecimiento económico. Ciertamente, existen muchas actividades económicas, entre las cuales destaca la industria como una actividad que debería de frenarse y en vez de crecer, decrecer. A manera de ejemplo, piense en la industria automovilística y el impacto que tiene sobre los recursos naturales y el medio ambiente. ¿Realmente, la humanidad necesita de más vehículos? La visión del decrecimiento, parte del impacto que tiene en términos ambientales el crecimiento, lo cual obviamente tiene mucho sentido en los países desarrollados, pero no en los países subdesarrollados donde se padece de insatisfacción de muchas necesidades básicas, inclusive. Para estos países será necesario aún el crecimiento aunque de manera sostenible.
Otros, pensando en la condición de dependencia que padecen los países subdesarrollados y considerando la dependencia como causa del subdesarrollo proponen la desconexión selectiva y temporal, lo cual implicaría desconectarse de la globalización generada por el capital transnacional y buscar la conexión o integración regional, ya no atendiendo a la racionalidad del capital, sino a las necesidades materiales e inmateriales de los pueblos, lo cual pasa por la nacionalización de los recursos y empresas extranjeras que expolian a los países y explotan a los trabajadores, generando miseria y degradación ambiental, entre otros muchos males.
Nosotros pensamos que si bien las propuestas anteriores pueden ser una respuesta a los problemas que se plantean es conveniente reiterar la necesidad de abandonar la racionalidad económica capitalista como paso previo a fin de posibilitar una mejor distribución de la riqueza, el decrecimiento y la desconexión.
Pero existe una exigencia adicional, cual es la de abandonar el sentido formal de lo económico y recobrar sus sentido sustantivo, esto es, que el ser humano como cualquier ser viviente requiere de un entorno que lo sustente a fin de satisfacer sus necesidades. En otras palabras lo que se buscaría es conciliar la economía con la ecología.
Ciertamente, los seres humanos precisan satisfacer sus necesidades materiales e inmateriales, pero en ese proceso de la producción social de su existencia es preciso abandonar la idea de dominio sobre la naturaleza, pero no para caer en la concepción opuesta de ser esclavos de la misma, sino que es preciso establecer una relación filial adulta, esto es, una relación de armonía entre la naturaleza y los humanos.
Pero bien, de lo dicho podemos concluir que un nuevo concepto de desarrollo exige renunciar no sólo al sistema capitalista y su racionalidad, sino al tipo de desarrollo industrial productivista, que nos ha conducido al consumismo. Necesitamos un tipo de desarrollo austero. Pero la austeridad exige de solidaridad. Y la solidaridad en lo económico tiene que ver con la producción, la distribución y el consumo de lo producido. Y si producimos, distribuimos y consumimos de manera solidaria podemos ser solidarios en todos los ámbitos de la actividad humana, tanto al interior de nuestra sociedad como en nuestras relaciones con otras sociedades.
En consecuencia, un nuevo concepto de desarrollo exige de una nueva economía, una economía sustantiva y solidaria.
N.B. Esperamos en otra ocasión referirnos a esa nueva economía.
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