En una primera aproximación podríamos decir que la economía solidaria es una búsqueda teórica y práctica de formas alternativas de hacer economía, basada en el trabajo y la solidaridad.
El carácter alternativo lo podemos observar en primer lugar, en su carácter opuesto a la racionalidad económica capitalista de maximización de beneficios. La racionalidad económica de la economía solidaria, se podría resumir en ser una lógica de vida, en la cual los excedentes generados, no son un fin en si mismos sino un medio para satisfacer las necesidades humanas. En segundo lugar, por oposición al sentido formal de lo económico, propio de la economía capitalista, la economía solidaria busca rescatar el sentido sustantivo de lo económico, lo cual nos indica, de manera resumida, que el ser humano como cualquier ser vivo requiere de un entorno natural que lo sustente. Podríamos decir, pues, que para la economía solidaria no es válido buscar la satisfacción de las necesidades humanas a costa de la naturaleza.
Por otra parte, para comprender lo que queremos decir con “basada en el trabajo” es preciso que tengamos presente que el factor hegemónico en la economía solidaria es el trabajo, a diferencia de la economía capitalista donde el factor hegemónico es el capital. La categoría organizadora de la producción y la circulación en la economía solidaria es el trabajo, primero porque los sujetos de la economía son los trabajadores y en segundo lugar, porque los diferentes factores económicos son reducibles en última instancia a trabajo. Ya sean los medios de producción, la fuerza de trabajo, la tecnología, el dinero, las habilidades administrativas o gerenciales son trabajo pasado o trabajo vivo. En consecuencia, una economía basada en el trabajo, no tiene porqué estar sometida al capital, ni éste puede reclamar para si alguna retribución. Sencillamente, no se necesita de el capital y en consecuencia puede perfectamente dejar de existir como factor hegemónico o como categoría organizadora de la economía.
Pero a su vez, dice estar fundamentada en la solidaridad, lo cual hace referencia a la cooperación y en consecuencia excluye la explotación, fundamento de la economía capitalista. Pero el carácter solidario de la economía se manifiesta no sólo en el ámbito de la producción, sino también en el del consumo, en la distribución y en la circulación. El consumo solidario es un consumo austero, porque al ser opuesto al consumismo, posibilita que existan bienes y servicios para los otros humanos y en esa medida también excluye el productivismo y posibilita la sustentabilidad de la naturaleza. La distribución también es solidaria, ya que lo producido no es apropiable por una minoría, sino que se distribuye entre quienes lo han generado y entre quienes lo necesitan. Y finalmente existe una circulación solidaria porque los intercambios de bienes y servicios se hacen entre equivalentes, esto es, que exigen la misma cantidad de trabajo el producirlos, como consecuencia de lo anterior, se evita el intercambio desigual o la expoliación que éste genera.
En la medida que la economía solidaria es una realidad en proceso, ciertamente, resulta difícil pretender atraparla en la rigidez de un concepto; sin embargo, podemos decir provisionalmente que se trata de “un modelo alternativo –con pretensiones sistémicas- de y para las mayorías populares, en los ámbitos económico, social, político, cultural e ideológico, fundamentado en su propio esfuerzo organizativo y solidario, que tiene como finalidad resolver sus problemas ambientales, de pobreza y exclusión social, tanto en el campo, como en la ciudad y contribuir a eliminar las causas que los generan.”
Lo de pretensiones sistémicas está referido al hecho de que en su desarrollo, la economía solidaria podría constituirse en la base y fundamento de una sociedad solidaria, la cual vendría a reemplazar al sistema capitalista. Y es que como lo señala el concepto no se reduce a lo económico, sino que tiene componentes sociopolíticos, ideológicos y culturales. Lo cual resulta obvio, al menos, en sus aspectos culturales, ya que la cultura es la depositaria de los valores y ciertamente, la economía solidaria necesita para cobrar vida, una toma de conciencia y un revivir valores ancestrales como la unidad, la equidad, la comunidad, la cooperación, la solidaridad, la igualdad entre los seres humanos, lo cual exige transformar la cultura patriarcal. Todo lo cual va generando una nueva visión de la realidad, del entorno local, nacional e internacional y una nueva forma de relacionarnos entre si y con la naturaleza. Si la cultura y la ideología se transforman es claro que se modifican las relaciones sociales y el ser social, del yo pasamos al nosotros, de igual manera resulta afectada la política y el ser político, y en la medida que se impregnan de solidaridad, el poder como una relación de dominio subordinación daría paso a relaciones solidarias. Esto es al no poder.
Ahora bien es de suma importancia para la economía solidaria la organización, sin organización no es posible la economía solidaria. Y cuando hablamos de organización estamos pensando en la organización en las empresas solidarias, ya sea para producir o para hacer circular lo producido o sea para la comercialización.
Organización se necesita también para comprar, para tener acceso al crédito, para capacitarse o para articularse con otras empresas a nivel local, regional, nacional o internacional. Pero también es necesaria la organización para el consumo, esto es generar asociaciones de consumo solidario, lo cual posibilitaría satisfacer de mejor manera las necesidades básicas de la población y sería una forma de enfrentar el consumismo vía el consumo austero o racional.
Por otra parte, la economía solidaria exige para su adhesión el comprender que las causas últimas, en nuestra época, esto es aquí y ahora, de la pobreza, de la degradación ambiental y la discriminación de genero tienen a la raíz el sistema capitalista, la racionalidad capitalista y la funcionalidad de la sociedad capitalista, es por ello que en la búsqueda de soluciones a tales problemas, la economía solidaria tendrá que enfrentarse al sistema y tratar de irlo transformando desde la base, de arriba para abajo, sin esperar mucho de los gobiernos aunque éstos podrían contribuir a su desarrollo si estuvieran convencidos de que la economía solidaria es una alternativa real, teóricamente posible y humanamente deseable.
Continuaremos en un próximo artículo. Si alguien desea una lectura con mayores detalles les recomendamos nuestro libro: Lecciones de Economía Solidaria. Puede adquirirse en el departamento de economía de la UCA.
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